Hoy mi vida ya de “fijo” en Querétaro es muy tranquila y diferente. Pero hasta el pasado diciembre tuve varios años de una dinámica muy peculiar. Y además del trabajo en sí mismo, las circunstancias y “sacrificios” de tenerlo eran lo más representativo de un momento clave de mi vida.
Mi día inicia cuando estoy por dormir… son casi las 2 am del lunes. Es tarde para descansar, pero lo hago así porque de esta manera “aprovecho” para estar más tiempo con Lali, platicar, recorrer la casa que “vivo” de fin de semana y hacer mi maleta para los siguientes 5 días de trabajo.
A las 5:30 am suena el despertador. Me levanto dormido y entro al baño. Ya para cuando termino con la regadera estoy a penas “iniciando la sesión”. Me apuro para vestirme mientras Lali ya despertó y me hace algo de desayunar para cuando llegue a la oficina. Corbata, saco, maleta de ropa, lap, bolsa con comida, termo de café, ipod… estoy listo. Salgo lo más rápido posible. Cada minuto que pasa, son muchos más coches que sortear. Desde la ventana veo a Lali que se despide. Yo hago lo mismo. Pasa rápido, como para que no duela. Cada día es más difícil irse. Sé que nos veremos si Dios lo permite hasta el viernes por la noche cuando regrese.
Son las 6:30 am y aún es de noche. 220 km de la casa a la oficina. De Querétaro a Interlomas en el Edo. De México. Para no dormirme y no bajar el ritmo pongo de fondo musical algo de “Crystal Method, Paul Van Dyk, o Chicane”. Salgo en unos minutos de la ciudad evitando la conflictiva entrada a clases de los chavillos queretanos. Tomo la carretera y de inmediato me incorporo al carril de alta. Si me mantengo ahí, evito perder tiempo al tener que hacerme a un lado a cada momento. La condición, es que tengo que mantener un ritmo de velocidad entre los 140km y 170km por hora. Lo sé porque después de tres años de hacer esto, ya reconozco a varios que como yo, en el camino nos encontramos de viaje a la oficina cada lunes y queremos evitar tráfico para cuando lleguemos al DF.
El camino es ya conocido. Sé donde bajar la velocidad por los lugares acostumbrados de los policías federales que con radar vigilan el tope de velocidad de los despistados que no son clientes constantes de este asfalto. También suelo jugar a adivinar cuantas curvas y rectas puedo prever en lo próximo. A veces me sorprendo de lo mucho que me he aprendido esta carretera.
Paso algunos inconvenientes. Cuando hace frío, en algunas partes hay mucha neblina y temperaturas de hasta 2 ó 3 grados. Cuando llueve, tengo que cuidarme de los muchos trailers que van por el camino y se les dificulta ver a los coches que van rebasando debido al agua que levantan. Varias veces han estado a punto de sacarme de la carretera.
Llego a la caseta de entrada al Estado de México en un promedio de 1 hora y 10 minutos desde la casa (algo rápido). Me enfilo con muchos coches ya hacia la gran recta de entrada hasta “punta norte”. Ya hay segmentos en el que va uno a “vuelta de rueda”. Tomo la salida a la autopista que va hasta la salida a Toluca (Santa Fé, Interlomas, etc.). De nuevo tomo el carril de alta. Solo que esta autopista va con muchos coches y todos a alta velocidad. He visto carambolas de coches de no creerse. Recorro 50 km pasando varias salidas con largas filas, sortear varios coches atorados usando a veces (como muchos) el acotamiento o rebasando por la derecha algún camión que insiste en bloquear el carril de alta. Toca mi salida: Interlomas… 6 carriles de entrada no bastan. Filas largas para aquellos que no han previsto como yo, tener la tarjeta “llave” de paso exclusivo por un carril preferencial.
Llego a la glorieta de entrada a la zona de Huixquilucan. Fila de ahí en adelante para llegar a la oficina que afortunadamente está “cerca” (a unos 2km). Entro al estacionamiento del edificio 2 horas y 10 minutos después de haber salido de la casa. Le doy una palmada a “vader” (mi auto) en agradecimiento por traerme al trabajo con bien y salgo disparado a la oficina. El día laboral está por comenzar.
Lunes de juntas iniciando con la de siempre a las 9 am… seguro saldré tarde. Muchos mails por revisar. Llamar a mis contrapartes en otros países. Llamar a los contactos de información en los medios. Reunión con mi equipo para ordenar, producir, conseguir, subir, y revisar el contenido de los 4 portales. Preparar algún viaje de “un Mismo día” para mediados de la semana a algún lugar del país. Revisar el avance de los proyectos editoriales. Revisar la agenda de eventos… me gusta mi trabajo, pero ya estoy exhausto y aun no es la hora de comer.
¿Dónde comer? En el lugar que sea más rápido. “Subway” es mi preferido. Tarde pesada. Salgo ya cuando el tráfico está en la mejor parte. Dese Interlomas hasta la casa de mis papás, son casi dos horas siendo un poco “cafre”. Cruzo todas las avenidas problemáticas como viaducto, periférico, Tlapan, Reforma… tomo muchos atajos. Los locutores de radio son mi salvación a una crisis neurótica. Llego sin mucho afán de plática. Caigo rendido. Mañana saldré temprano para mis dos horas de ida a la oficina. Estaré contando las horas toda la semana y rogando porque pasen rápido.
El viernes saldré lo más puntual que pueda de las 6 pm. Eso si no tengo alguna junta o compromiso que me haga perder una hora y media más en el trafico de salida a Querétaro (además de las 2 horas de carretera normales). Misma dinámica de salida congestionada. Misma dinámica de manejo de carretera. Toda va llena de coches que vamos de fin de semana a la provincia a ver a los que amamos.
Llego a Querétaro, cansado de la semana, cansado de manejar, cansado de estar lejos. Entro al campus para recoger a Lali. Vuelvo a sonreír. Ella sonríe de nuevo. Estamos juntos de nuevo. Llego a mi casa. Tendré un tranquilo y feliz fin de semana. Aunque éste pase mucho más rápido de lo que quisiera…
Alfonso Arroyo Canseco
LCC´00 (Dic de 2000)
Universia México
Responsable del área de Contenidos (Octubre 2003 – Diciembre 2007)