jueves, 7 de agosto de 2008

Un día en la vida de Rosa H. Cruz Perdomo


Lunes 6:40 a.m.

Primera llamada…

7:00 a.m.

¡Hora de despertar! Es día de trabajar en campo visitando salones, lo cual indica un especial cuidado en el arreglo personal: maquillaje adecuado, accesorios, cabello impecable. Me miro al espejo y creo que estoy lista para recibir los suspicaces comentarios de mis queridos estilistas.
Como siempre salimos corriendo rayando las 8:15, escuchar la radio siempre es un buen camouflage para el concierto matutino de claxons y maldiciones que inundan las calles del DF.

8:50 a.m.

Llego a la esquina de Insurgentes y Filadelfia, Mariano sale corriendo para alcanzar el Metrobus mientras yo le hago señas a la chica Publimetro para que me de un ejemplar, es increíble la popularidad que ha ganado un periodiquito en tan poco tiempo, después de todo… ¡es gratis!

Me estaciono como siempre en el WTC (o Walter Center como suelen llamarlo algunos despistados). Cruzar la calle es todo un deporte extremo, así que esquivo algunos microbuses y conductores frenéticos con gran habilidad. Ya en mi oficina reviso los mails… la cuenta de los correos no leídos se incrementa peligrosamente, 65…. 78…. 84!!!! Claro, la mitad de ellos son cadenas y chistes, así que le doy un vistazo a lo importante y/o urgente mientras me como un sandwich, preparo mis cosas y nuevamente a la calle!

Es temprano, así que contra todas las reglas de seguridad básicas del DF bajo mi ventanilla. Si saben lo que es andar en un carro pequeño y austero, sabrán el porqué de aprovechar el aire fresco.
Uno a uno voy llegando a los salones que tengo destinados para ese día: entrego productos, hago cuestionarios, chismoseo un poco, recibo quejas, recomendaciones para mi look y hay hasta quien se anima a darme su versión mejorada de mi cabello. Entre cada salón hay un lapso mínimo de 30 a 45 minutos de tráfico infernal sin mencionar el calor que me hace sentir como en un sauna en pleno Periférico.

Para cuando termino con mi último estilista ya son alrededor de las 4 de la tarde. Muero de hambre y sed, así que tomo todos los atajos disponibles para llegar a la oficina rápido. Es demasiado tarde para comer algo decente y dentro del presupuesto asignado, así que me conformo con un Burger King. Más mails se agregan a la cuenta de los no leídos, pero definitivamente las cadenas pueden esperar y me concentro en mis pendientes.

A las 6:00 en punto mi cerebro se apaga, así que tengo que forzarlo a hacer un esfuerzo extra. En condiciones normales 5:59 estaría apagando la computadora, pero esta vez quizá pueda trabajar un poquito más. Cada media hora me digo lo mismo y cuando me doy cuenta ya son las 9:00, así que guardo todo y salgo huyendo antes de que los Polis me apaguen la luz. Hay una leyenda acerca de una monja que pulula por los pasillos del edificio, así que quedarse sola y con poca luz no es realmente una opción.

Llego a la casa prácticamente arrastrándome, así que mientras ceno y alisto mi ropa aprovecho para platicar con Mariano acerca de nuestro día. En cuanto pongo mi cabeza en la almohada caigo en coma, después de todo, tengo que prepararme para repetir la rutina una semana más.


Rosa H. Cruz Perdomo
LCC'00 (mayo del 2000 para ser exactos)
Trabajo:
L'Oréal México
Responsable DIEP México

2 comentarios:

Anónimo dijo...

R: Muchas gracias por tu historia, aunque sufrir tiene sus recompensas, ya publicaré tus fotos en Europa.
saludos.
atr

Anónimo dijo...

Profesor!!! Jamás me enteré de que este era el blog hasta hoy por casualidad... le verdad me volví a divertir recordando esos días... Saluditos!!!